viernes, 7 de agosto de 2009

Polvos blancos, días grises y zapatos negros.

(17:00hs Estacion de San miguel,Noroeste del Gran Buenos Aires).

Pego mocos en mis zapatillas mientras una mujer lima sus uñas sobre las piernas de un hombre que le dobla su edad. El viento vuela el polvo de sus dedos y se depositan en mi nariz pegajosa. Un rengo de pie derecho camina haciendo un gesto con el dedo índice de su mano oradora, la onomatopeya corre a una mujer con su hijo en brazos abriendo paso. Miro mis zapatillas rotas y las oculto debajo del asiento, siento vergüenza; noto que no soy el único, algunos sienten vergüenza, otros miran sus zapatillas rotas, otros vergüenza ajena,y otros… en fin. Podría hacer un umbral de cordones y vergüenzas.
El tren se esta tardando. En el anden del frente una persona con un disfraz de súper héroe japonés sostiene 20 globos en su mano derecha (si, los conté) espera el tren de dirección contraria, quizás si yo tuviera 15 años menos se cruzaría a sonreírme yo intentaría jugar con el, aceptaría, y volaría en su nube voladora, pero ahora no tengo madres al lado mió que puedan comprar un globo ni tengo hijos para comprárselos, los súper héroes ya no son como los de otras épocas. Con las piernas templando un joven camina de un lado al otro desfilando su bragueta abierta, quizás tenga un pijama debajo del pantalón como yo y debe tener vergüenza de rascarse tanto por eso el temblor, o quizás debe ir al baño y tiene la esperanza que el tren llegue en cualquier momento o quizás tiene simplemente frió, o quizás…en fin. Esa bragueta hace 2 años atrás me hubiera excitado, hace 6 me hubiera resultado graciosa, ahora solo me produce escribir acerca de un simple muchacho con una simple bragueta de cierre bajo.
Se viene la lluvia, el cielo esta gris oscuro, estoy seguro que mojaremos nuestros pies. Un nena de 10 años lleva un carrito de bebé vacío, muy sucio por cierto, el carrito y la niña también; en sus pies lleva puestos unos zapatos de goma que no solo están rotos sino que tiene agujeros propios del diseño, algo muy canchero para los días de verano. El tren no viene y me doy cuenta que muchos mojaremos nuestros pies, algunos primero que otros, por supuesto, como es de esperar, como siempre. Por mi parte saltando los charcos estoy seco. Me gustaría saber cuantos se preguntan porque el tren no viene y cuantos simplemente piensan en la gente, no porque me interese, solo porque las estadísticas están de moda, la moda esta por todos lados. Podría encuestar a las 67 personas que se encuentran es este anden (si, las conté) y hacer una estadística de cuantas personas se preguntan cosas, de cuantas no tienen 2 pares de zapatillas, de cuantas personas quieren que le regalen un globo y de cuantas tienen el corazón roto en esta tarde de invierno. Enviaría el resultado por e-mail al INDEC y publicarían en Crónica TV una gran placa: “67 personas en el anden de San Miguel tienen el corazón roto” , vendrían cámaras y saldría por la tele, saludaría a mi familia y confesaría ser gay para satisfacer la sed de los productores amarillistas y en menos de 59 milésimas de segundos: “ Un corazón roto confiesa ser homosexual” , Los medios actuarían rápido, pasaría a llamarme “ Puto corazón roto” o “El trapito gay”, llamarían a mi madre que estaría arreglando el techo y no pudo enterarse de la noticia y le preguntarían si sabia que su hijo tiene el “corazón roto” Mi madre respondería “No sabia que era gay”. Y me daría cuenta que ni mi nombre importa ya.
La locura de la fama se apoderaria de mi y diría en publico “Soy Mauro alias trapito puto corazón roto y me gustan los morochos”. Si, todos se reirían y les parecería una linda rima. Cantantes de cumbia villera harían un tema musical y mi nombre trascendería fronteras. Los del hardcore me odiarían Y mis amigos tendrían vergüenza de mí. Yo no sé como me sentiría, quizás incomodo, quizás defraudado, quizás con vergüenza, la misma que siento ahora. El tren no llega y comienzo a caminar de un lado al otro.Siento miedo; noto que no soy el único, algunos sienten miedo, otros tienen miedo, otros regalan miedo,otros fingen no tenerlo, otros y otros… en fin.
Me doy cuenta que están de moda los rengos porque ya voy viendo dos pidiendo monedas y un tercero corriendo. Ni hablar de los súper héroes japoneses, esos malditos con sus malditas historias fantásticas. Creo haber vivido en un mundo de nubes voladoras durante la mitad de los años que llevo de vida, el resto hasta hoy fue una caída de dos mil nueve metros de altura. Una caída tan larga que hubiera podido leer cien años de soledad en el primer cuarto del descenso.
En esta estación la caída en la que estamos viajando sin frenos, esperando estrellar con el destino común, se esta demorando y ,los desafortunados que podemos, miramos el reloj ignorando el miedo de nuestra finitud creyendo que la única salida de este lugar será esperando que las agujas fusionen en soluciones crónicas y el tren nos deje en algún lugar lejos de nosotros mismos, lejos de la verguenza, lejos de todo pensamiento introspectivo eludiendo las posibilidades de autenticidad y repitiendo el mismo recorrido una y otra vez delimitando el cambio. Los días se tornaron grises, los polvos se pegaron blancos y mis zapatos ya no existen... del mañana ,ya, no me encargo yo.

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