miércoles, 24 de febrero de 2010

Madrugadas Atómicas

Soñé con calles de barro vacías, una luna ausente, una oscuridad profunda. Soñé con una noche de estrellas fugaces, como los amores del pasado, como el presente de mis palabras que se escapan por los aires de las ventanas abiertas de este edificio. Noche de perros que gritan o callan, que de cualquier forma no son escuchados. Fantasmas que merodeaban con los que jugué a las escondidas y aun la partida no termina. En la calle el frió me hacia sentir vivo entre los muertos que resucitarían por la mañana. Tornados en las veredas. Un largo paseo en una madrugada eterna, asustado por mi propia sombra que era mi única compañía. Me encontraba en un laberinto. Fui derramando lágrimas para luego seguirlas o para que alguien me encuentre. Mi corazón buscaba un amante y mi alma un alivio. Una lapicera con las últimas gotas de tinta es la que escribe estas cortas oraciones, cortas como mi respiración. Quería dejar las huellas en el lodo y mis palabras en un papel. Una melodía entre la basura me hacia recordar la miseria de la cotidianeidad, una vida que no merece ser vivida. Es tan gratis la vida y es tan cara vivirla que sospecho que mi madre me estafo. No quiero pagar por un espacio para este triste cuerpo ya inmundo. Civilizaciones de cuerpos mal gastados y mentes verdes expiradas. Los santos parecen ausentes en las calles mientras la gente sueña con los mismos Ángeles que se llevaran su alma. Mientras la gente duerme muertes de a millones. Mientras la gente duerme espera sumarse al millón.

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