miércoles, 1 de septiembre de 2010

Canarios.

Ellos se encontraban en silencio esas noches mientras la música y el baile los envolvía en una danza macabra y distante, donde sus cuerpos, frívolos, sudan encerrados en cubos imaginarios de cristal en los que vuelan sus pensamientos atrapados e influenciados por drogas anónimas como sus nombres y su pasado, anestesiados por la amnesia de su ser e hipnotizados por la constante repetición del ritmo vicioso camuflado en canciones orquestadas por lo invisible, por una realidad que desconocían pero que abrazaban y apretaban con sus frágiles dedos humanos para fingir sostenerse por una seguridad ilusoria. Las bocas cerradas de palabras calladas por la falsa vergüenza titereteada por el poder los volvía totales desconocidos, como si cada uno fuera de una raza diferente, como si cada uno perteneciera a un mundo de alguna galaxia perdida que por azar de algún fenómeno indagable fueron arrojados a este texto.

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