lunes, 25 de abril de 2011

Una nueva visión de las luchas por el fin del sufrimiento humano

Lo que propongo es encontrar la palabra con la experiencia; recuperar el poder propio del concepto cuando ya no pertenece a la tradición ni a la academia, sino a la existencia y la lucha; trabajar con otros, trabajar con textos; hacer preguntas que nos arrastren al conjunto a un nuevo lenguaje; creer en la sabiduría de las palabras y volcarlas sobre las respuestas fáciles ya dadas por las generaciones que tienden a reproducir la realidad presente y pasada. La evolución de nuestra civilización y nuestra consecuente salvación de la técnica moderna que tiende a corroerlo todo no será prolongando el presente o el pasado. Lo que exijo es no conformarse con las ideas que tenemos. Debemos inventar nuevas, importar nociones, colar creencias, desmitificar símbolos y mitificar nuestro presente y nuestro nombre como el único que debe ser nombrado y escuchado. Contagiar el saber y la acción superando la imbecilidad que distingue entre investigadores e investigados, los que piensan y los que hacen. Entender de igual a igual. Escuchar de igual a igual olvidando la estúpida premisa que dice que el conocimiento es poder de unos sobre otros. El conocimiento compartido entre iguales para iguales es potenciación de las habilidades humanas en su forma más lúcida. Es la creciente clarificación de los ocultamientos culturales que tiende a recordar que tan enredado es el lenguaje y que tan primitivos realmente somos. Así, la evolución no será creyendo en la potencialidad de la razón que tiende a explicarlo todo en una ecuación de palabras lógicas que tienden a cegarnos dentro de nuestra realidad lingüística cultural mientras la realidad de otros seres y el uso de su plena conciencia es desvalorado como irreal, como parte de un mundo ajeno y hasta inexistente. Pero, recordando la verdad del mundo en su principio más básico, nosotros, determinamos lo indeterminado y explicamos lo inexplicable, y solo reconociendo el engaño que el ser racional hace sobre si mismo, maximizando el poder de la razón y elevando a la ciencia para ignorar la ignorancia de estar absolutamente perdido en algún lugar en el multiverso, el ser humano atravesara el sin sentido revelando la experiencia mas sagrada: sentirse creador de su propia mística individual por revelar.
Ahora me pregunto ¿Qué sucede cuando la discusión deja de ser “quien es quien”: quien es de adentro y quien es de afuera, quien “piensa” y quien “actúa”, quien tiene derecho a hablar y quien es mejor que se deje hablar por otros? Cuando se abandona el tono policial en la pregunta quien es quien surge una iniciativa posible: la de producir juntos.
El equivalente de “juntos” es construir una realidad imaginando la imagen que queremos del futuro y en esa experiencia devendremos esa realidad, porque esa imagen se fusionara con nuestro cuerpo, con nuestra alma, con nuestras palabras y nuestro actuar. Esa realidad no tiene porque ser la consecuencia de los acontecimientos de hoy, no tiene porque ser efecto de alguna pauta ya establecida. No tiene porque responder a las preguntas del hoy porque al hoy lo disolveremos con la humildad de decir la verdad iluminada por la razón de ser tan solo hombres desconocidos. Esa imagen será algo nuevo. Un universo de cosas organizadas de otra forma. Una valoración que apunta hacia otra jerarquización de las cosas. Una nueva luz que se prende en nuestra mente y sofoca a toda otra concepción. Recordemos o sepamos que la realidad es siempre virtual, es una plataforma donde descansa nuestro sentido común en un momento histórico determinado.
Entonces, debemos filtrar nuestras creencias. Agarrarlas con nuestras manos y mirarlas desde lejos. Esas creencias que condicionan toda nuestra vida: ¿Por qué decimos lo que decimos y hacemos lo que hacemos? Que tal si descubrimos que no sabemos. Que tal si lo anulamos todo, o al menos lo cuestionamos todo. A saber, lo que esta fuera de ahí (de ese núcleo donde apoyamos nuestro ser) a merced de estos días, es “la locura” y “la anormalidad” para los escépticos y para los que defienden su realidad por el miedo a saberse pobres.
Querer cambiar el actual sentido de nosotros requiere una actitud evolucionaría del pensamiento. Esa actitud no se encontrara dentro de la misma dialéctica actual de cambios. No es el conjunto de cambios objetivos lo que determinara que se aleje el sufrimiento humano. Más bien, es un único cambio radical: Dejar de creer en lo que creemos.
Lo dicho implica dejar ese rol que cumplimos funcionalmente a la maquina dialéctica. Recordar que ese rol no existe, que es un imaginario que nos entrega un listado de lo que debemos hacer y decir. Si, podemos ser algo indeterminado o autodeterminado porque el conocimiento sumergido en la existencia implica una rebelión ante tanto esmero ordenacista, porque el pensamiento no tiene porque asumir los sitios que le asignan.
Introducir nuestras vidas en un agujero negro y salir a otro lugar. Animarse a que nos miren sorprendidos los que se quedaron en ese otro lugar de donde preferimos salir. Reinventamos este espacio. Todo espacio a donde vamos. Todo oído que nos escuche.
Ser valientes es lo que debemos elegir para ser nuevos otros. Nos querrán imponer la realidad establecida, ese orden que lo ordena todo y en donde la mayoría esta alienada, pero nosotros contestaremos desde ese otro lugar, polarizando nuestro mundo y el que queremos olvidar, brillando nuestra imagen, nuestro nuevo mundo que ya existe pero que solo es necesario que se enteren los demás…¡Que corra la voz!

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